jueves, 4 de diciembre de 2014

Así Pasa El Día Aquí

Hay días en los que despierto con ganas de tirar la toalla, olvidarme de todo, olvidarme de ti. Olvidar el momento en el que me fijé en alguien como tú, olvidar todas las palabras que preferiste escribirme por temor a mirarme a los ojos, olvidar tu aroma, tus ojos, tus besos que me vuelven loco.

También hay días en los que el simple hecho de pensar en ti es un infierno, una tortura, una maldita cruz. Días en los que no soporto nada de ti, ni de tus estupideces. Días en los que tiendo odiar cada frase que pronuncian tus labios, cada palabra que escriben tus manos, cada mirada, cada sonrisa, todas y cada una de tus manías.

Hay días en cambio, donde te extraño, donde extraño cada conversación que tuvimos y pienso en todas las que pudimos tener. Días en los que extraño tus preguntas bobas, sin sentido, tu humor ácido e irritante, tu risa poco discreta, la forma de ver el mundo muy a tu manera.

Tengo días en los que quisiera ser yo el que despierte a tu lado, el que te diga cuán bella eres, ser aquel que se refleje en tus ojos, el que te diga que todo está bien aún cuando no sea así, ese que descubra en ti un tesoro, ese que este a tu lado cuando sientas que todo se desvanece, el que te ame sin medida sin importarle lo que los demás piensen.

Entonces llegan esos días, los días en los que caigo en mi realidad, en los que despierto y me doy cuenta que no te tengo y tal vez no te tendré. Días en los que me doy cuenta que a lo mejor no te importo, que tal vez no buscas alguien como yo, que probablemente yo no pase ni por tu mente.

Días en los que pienso que mientras yo busco palabras para demostrarte que te extraño, te cuido e imagino un futuro contigo, tú tal vez ni siquiera estás al pendiente de lo que escribo.

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