domingo, 8 de noviembre de 2015

La Jaula

Era una tampra más que un escondrijo. No había forma de salir y lo peor, es que fuiste tú el idiota que entró allí por su propia cuenta.
Estás desconcertado, no hay escapatoria, mirás atrás y extrañas tus pasos, mismos que ya desaparecieron entre la niebla. No puedes ver el camino, es como si fueras en círculos, pero no lo sabes y nunca lo sabrás, solo quieres seguir caminando mientras vas anhelando tu propia muerte.
Al fondo está ella, bella asesina de pasos sigilosos de la cual sólo escuchaste el afilar de sus garras. Es gracioso porque de entre todas las formas de vida tú elegiste que fuera ella quien sacara tus entrañas y las expusiera como obra de arte ante el mundo, porque sabes que a ella le causaba satisfacción y tú querías verla satisfecha. No lo dudo, eres un simple idiota más que sufre el síndrome de estocolmo.
Sigues corriendo, tratando de huir aunque muy en el fondo quieres ser alcanzado y despedazado por ella, porque desde un principio supiste que esto sería así, que tu desenlace trágico sería este y lo aceptaste.
Ella no se esfuerza por perseguirte, sigue su paso lento y desinteresado de siempre, puesto que sabe que tarde o temprano -más temprano que tarde- tú mismo irías a ella.
Porque así es esto, tú no estás atrapado, no estás perdido, no estás secuestrado, porque no se le puede llamar «atrapar» a alguien que entró a la jaula por sí mismo, no se le puede llamar estar «perdido» a alguien que sabe en donde está pero no quiere salir, no se le puede llamar «secuestro» a alguien a quien no se le retiene a la fuerza.
Pero no te culpo, no eres el primero ni serás el último. En esta jaula siempre hay espacio para un kamikaze más, para los idiotas, estúpidos y sadomasoquistas que son capaces de morir en manos de ella. Bienvenido.

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