viernes, 19 de junio de 2015

Hoy

Independientemente de que mañana te vayas o no, lo que importa es que hoy estás aquí.
No me importa si no te vuelvo a ver o regresas antes de lo acordado, en este instante estás conmigo.
Tal vez te quedes aquí por mí, tal vez te quedes por alguien más, no me preocupa porque hoy te tengo.
A lo mejor tus ojos ya tienen dueño, al igual que tus manos y tu cuerpo, a lo mejor tus sonrisas le pertenecen a alguien más junto con tus suspiros y esperanzas, pero eso no me interesa porque hoy eres completamente mía.
No sé sí tú me quieras o yo sea ese alguien para ti, pero déjame sentir que lo soy.
No niegues el ahora, mañana será otro día en el que probablemente ya no estaré contigo y todo será un simple sueño en el que ya no pensarás porque te irás lejos, muy lejos de mí.
Así que vive, cree y siente este instante, no lo dejes caer, déjame creer; déjame hacerte creer.

domingo, 14 de junio de 2015

Anna

La realidad es que pasamos mucho tiempo buscando a aquella chava que cause envidia, la de mejor peinado, mejores ojos, manos suaves, cuerpo escultural. Nos sobajamos ante la dudosa existencia de un tal amor. Perseguimos sueños vanos e inventamos miles de historias de aquello que nos gustaría pasara. Rechazamos el amor que alguien más nos ofrece porque creemos que merecemos algo mejor — y no está mal —, cambiamos para agradarle a alguien y nos convertimos en alguien que tal vez nunca quisimos ser. Pero el amor es así.

Hasta mis 15 años creí que el amor vendría a mí con una sonrisa, ojos profundos y un bello vestido azul, diciendo «te estaba esperando», cantaríamos nuestras canciones favoritas mientras le prestaba mi auricular izquierdo, después la acompañaría y nos sentaríamos juntos en el autobús platicando sobre qué había hecho durante su ausencia. La dejaría en la puerta de su casa, conocería a sus padres y la vería a diario. Pero claro, eso nunca paso. En cambio tuve que vivir conociendo mujeres que destrozaron hasta la última pizca de esperanza que había en mi interior, mujeres bellas por fuera pero podridas por dentro que sólo les interesaba el qué dirán, que eran la copia de alguien más, y yo, yo también lo era hasta que conocí a Anna.

Anna era aquella chava que no le tenía miedo al ridículo, de complexión delgada, cabello ondulado, mirada pérdida y con la gracia de un cacahuate. Ella era la clase de chava que a simple vista mandarías tan lejos como pudieras, a la que no le regalarías ni el hola de las mañanas. Por desgracia mía tuve que conocerla por completo cuando una tarde la asignaron conmigo para un proyecto. Fue una semana entera en la que más que hacer tarea estudié su comportamiento, era como un niño pequeño atascado en el cuerpo de una adolescente. Se reía de todo y me hacía reír con ella, me contaba historias estúpidas que eran entretenidas y al final del día ya la estaba queriendo. Las tardes a su lado eran increíbles, parecía agradarle y a mí igual me agradaba ella. Era increíble el simple hecho de pensar que me estaba gustando alguien como ella, una chica que no tenía nada de especial por fuera pero por dentro estaba llena de alegrías y momentos especiales. Un día me atreví a preguntarle sobre el amor y su respuesta aún ronda en mi cabeza «El amor para mí es sentir algo por alguien a quien nunca creiste poder querer, enamorarse de un buen físico cualquiera lo hace y no requiere un esfuerzo, pero enamorarse de la esencia de alguien es un reto, el físico es efímero, la piel se arruga, las tetas caen, los ojos dejan de funcionar, pero la personalidad es eterna. Amor no es buscar alguien igual a ti, sino alguien que te complemente a la perfección, de nada sirve tener dos clavos, es más eficiente un clavo y un martillo, no sé si me explico».

Una vez terminado el trabajo también terminó aquella corta historia de amor. Caí perdidamente enamorado de ella, aunque nunca jamás volví a hablarle, más que aquellos cruces de mirada que repentinamente surgían en los pasillos. Anna no fue mi novia ni mucho menos mi amiga, simplemente fue una persona que sabía lo que quería y mientras me instruía me quitaba la venda de los ojos y me enseñaba que el amor podía estar en cualquier lugar, a mi lado o a miles de kilómetros, junto a ella o junto a cualquiera. Anna fue mi mentora, mi apoyo, mi lazarillo; y el amor de mi vida.